Necrópolis de Maro-3
ANALISIS ESPACIAL Y AVANCES PALEODEMOGRAFICOS DE LA POBLACIÓN MEDIEVAL DE MARO. RESULTADOS.
La excavación muestra la existencia de unos sistemas de enterramiento reconocibles claramente como islámicos, en función de los aspectos vistos anteriormente y que vienen definidos por el rito propio de esta cultura.
A pesar de todo es necesario ahondar en el aspecto tipológico de las tumbas ya que lo más usual en las necrópolis andalusíes es una predominio casi absoluto de las fosas de inhumación simples, con una profundidad media no superior a los 40-50 cm y presentando unos sistemas de cierre a base de lajas de piedra de distintos materiales (micaesquistos, esquistos, calizas, areniscas….) o ladrillo y/o tejas, siempre en disposición horizontal. Eventualmente se documentan señalamientos externos, tales como mqabriyyas, estelas, bordillos e incluso lápidas[1].
En el caso de la maqbara islámica de Maro excavada los sistemas de inhumación presentan una cierta originalidad que como ya hemos visto al describir el proceso de excavación, se fundamente en la existencia de una sistema complejo de fosas compuesto por una primera fosa, similar a las que se documentan en todos los maqbar andalusíes excavados, y una segunda fosa excavada en la pared lateral de la primera. Es esta última la que está destinada a acoger al difunto, quedando cubierta por lajas de piedra del lugar –con distintas variantes, desde esquistos a mármol, pasando por la característica toba local- o por tejas siempre dispuestas de forma vertical. Desde luego que en el yacimiento también hemos documentado las características fosas simples, pero en un reducido porcentaje.
Este sistema de fosa compleja se ha documentado rara vez, existiendo como únicos paralelos los siguientes yacimientos:
La necrópolis de La Torrecilla (Arenas del Rey, Granada), excavada entre 1968 y 1969, formada por un grupo poblacional de 139 individuos. En su momento los arqueólogos, los profesores Arribas y Riu[2], observaron que existía un patrón en el que se repetía la presencia de lajas de piedras dispuestas de forma vertical o inclinada a espaldas de los restos óseos, pero dada la metodología del momento y el sustrato geológico en el que se encontraban, no se percataron de que ésta disposición era producto de un sistema de fosas similares a las excavadas en Maro.
Se documenta arqueológicamente por primera vez en Marroquíes Bajos, en un sector de la necrópolis N2, aunque de forma no muy numerosa y muy localizada, sin que en los estudios hechos se entre a valorar los motivos de dicha complejidad[3].
Más recientemente, en el año 2000, con objeto de las obras de la Autovía de Bailén-Motril, se acometió una excavación de urgencia en el Cerrillo de Mondújar (Valle de Lecrín) siendo esta la primera ocasión en la que se documenta este sistema de fosa compleja de forma mayoritaria en una necrópolis. La parte del yacimiento excavada estaba formada por 49 enterramientos, presentando este sistema unos 37. A diferencia del caso de Maro, el sustrato en el que se encontraban excavadas eran unas margas ligeramente compactadas y presentaban un complejidad mucho mayor, no sólo con este tipo de fosa sino también con un doble sistema de cubierta y un completo programa de señalamientos externos[4].
Muy cerca de Mondújar y dentro del mismo Valle de Lecrín, se excavó entre el 2001-2002 el macaber[5], o necrópolis, de Talará. Este yacimiento es el que más se asemeja al de Maro ya que está formado por un conjunto de 326 sepulturas y repiten en más de un 90% el sistema de fosa compleja, con cubierta de lajas en posición inclinada.
Todas tienen como denominador común el hecho de tratarse de espacios de la muerte de filiación islámica situados en un medio rural, al igual que Maro, pero este sistema no solo es exclusivo de éste ya que también se está presente en necrópolis de otro carácter, como la Rawda Real de la Alhambra. Es posible que exista en las necrópolis urbanas aunque hasta la fecha no se han documentado o simplemente han pasado desapercibidas, bien por una excavación poco cuidadosa, bien por desconocimiento.
Por tanto, los tipos de tumbas documentados en este yacimiento pueden sintetizarse de la siguiente forma:
TIPO I: Fosa simple excavada en el sustrato geológico, sin forma clara definida aunque tendente a ser rectangular o en bañera, asociada a cubierta de lajas de esquistos o toba dispuestas de forma plana. Se localizan esencialmente en la Zona A y en algunos sectores de la Zona B.
TIPO II: Fosa excavada de forma más o menos rectangular, con una profundidad variable pero en torno a los 40-50 cm- aunque existen casos de una mayor profundidad- y una segunda excavada en la pared Este, quedando por debajo del nivel el suelo de la primera, a modo de covacha que se cubre con lajas de distintos materiales e incluso tejas. La diversidad de éstos nos permite establecer variantes en base a este criterio:
-de tejas.
-lajas de esquistos.
-piedra toba bien escuadrada y trabajada.
-cubierta de fragmentos de mármol.
-cubierta de mampuestos irregulares.
La mayor parte de las sepulturas presentan distintos sistemas de calzado de las lajas de cubrición de la segunda fosa, tanto para que se mantenga en pie como para sellar los huecos que quedan entre las lajas.
Ocasionalmente aparecen señalamientos externos, en unos casos apenas insinuados por medio de una piedra dispuesta verticalmente, pero en otros mostrando cierta complejidad ya que se utilizan no sólo para señalar los extremos de la tumba sino que también se señala a modo de mqabriya por medio de una hilera de ladrillos dispuestos a sardinel en el túmulo final que recubría algunas de las tumbas.
En este punto, debemos interpretar la existencia de este tipo de fosas[6] y para ello debemos recurrir a las fuentes documentales ya mencionadas anteriormente.
Uno de los rasgos definitorios del enterramiento islámico –la orientación hacia el Sur-Sureste- y la posición dentro de la tumba es una herencia árabe preislámica que se incorporó de pleno en el ritual pues a partir del periodo monoteísta era habitual la práctica de orientar los muertos primero hacia la ciudad santa de Jerusalén, sustituida tras la Hégira por La Meca.
Esta forma de enterramiento ya fue utilizada para inhumar a los mártires de la batalla de Ohod[7] y las continuas referencias a las soluciones adoptadas en este caso abundan en al-Bujāri de modo que es el principal ejemplo para conformar una tradición durante los primeros años del Islam: nos permiten distinguir dos conceptos que identifican espacios diferentes dentro de la fosa y un tipo distinto en función de la forma de su excavación, a saber, la fosa lahd y šaqq, como parte de un mismo complejo funerario, y la fosa darīh [8] con el término lahd se identifica a una cavidad excavada en la pared de la fosa de inhumación o “une seconde fosse creusée dans le sol de la première”, mientras que la primera es la šaqq.
Cuando la tumba se encuentra excavada con paredes rectas y sin lahd se conoce entonces como darīh. De la lectura de las tradiciones se deduce que la forma más deseable y que mayor carga de significación piadosa tiene es la fosa lahd: según Ŷābir ibn cAbdallāh “l’Envoyé de Dieu fit réunir deux à deux, et dans une même pièce d’etoffe, les corps des guerriers tués à Ohod. Il demanda ensuite pour chaque couple quel était celui des deux qui savait le plus dé Coran. Quand on le lui eut indiqué il le fit placer le premier dans la fosse lahd, puis il dit: “Je témoignerai pour ces martyrs”. Il ordonna de les enterrer couverts du sang de leur blessures, ne fit pas pour eux la prière des morts et ne les fit point laver” [9].
Estos conceptos, recopilados en el siglo IX en Oriente se encontraban ya vigentes y se aplicaban en al-Andalus del siglo X, momento en el que se introduce el hadīţ y las colecciones canónicas, aunque coexistiendo todavía con las fuentes rac y [10] En la risāla fī-l-Fiqh “se recomienda practicar por los doctores un lahd mejor que un šaqq. El lahd es un hueco que se excava en la pared de la tumba, bajo su borde, orientado hacia La Meca. Se practica cuando el suelo es duro y no se desmorona ni se quiebra.
Así se hizo con el Profeta, que Dios le bendiga y le dé la salvación”[11] y en cuanto a las sepulturas múltiples se explicita que “si se entierra a un grupo de gentes en una sola tumba, se introducirá en ella primero al más meritorio, vuelto hacia la qibla”[12] , reproduciendo casi literalmente las tradiciones de al-Bujāri.
Por tanto, de este estudio preliminar deducimos que debe establecerse la siguiente correlación tipológica-conceptual:
TIPO I = FOSA darih,
TIPO II = FOSA lahd y šaqq, o por simplificación solo lahd.
La excavación de la necrópolis de Maro ha permitido exhumar una total de 431 sepulturas en la Zona B y 10 en la Zona A.
Conforman un gran espacio de la muerte islámico rural que se prolonga a ambos lados de la zona de afección de la autovía, que históricamente debemos vincular al poblamiento histórico medieval, vinculado a dicha alquería de cuyo análisis podemos inferir algunas cuestiones históricas de cierto interés.
En primer lugar, entendemos que esta maqbara se ubica en esta zona haciendo uso de la lógica de implantación de la alquería, ocupando las zonas no aptas para el cultivo o con un menor rendimiento, aquellas que han venido a denominarse mawāt y que topográficamente siempre se ubican más o menos retiradas del núcleo habitado, en las zonas más próximas a las estribaciones montañosas, como es este caso, además de confluir con el hecho de un pobre sustrato geológico. El poblado por tanto se ubicaría por debajo del espacio de necrópolis excavado. Proponemos, y sólo como hipótesis, que éste se desarrollaría desde la explanada que existe delante del camping de Nerja, cortada por la actual carretera, donde se pueden observar algunos muros, y se prolongaría hasta la caída al mar, ocupando una pequeña elevación en donde existen referencias orales de aparición de restos arqueológicos.
De esta forma podemos configurar como propuesta interpretativa la organización espacial de la alquería medieval de Maro de la que sólo se conoce su cementerio.
Otro problema que se plantea es el de la cronología. Dada la carencia de referentes artefactuales claros que permitan una datación relativa más o menos fiable, en este caso, como en el resto de necrópolis islámicas, es difícil establecer no solo su momento fundacional si no también posibles fases a lo que se le une el propio desarrollo en extensión del cementerio. A pesar de todo, con los escasos datos que tenemos proponemos que la fundación de dicha alquería, y por tanto de su espacio de la muerte, no puede ser anterior al siglo X debido a varios factores:
Existe un cambio en los patrones de asentamiento a partir del siglo X con la desaparición de algunos yacimientos Altomedievales fortificados, como sucede con el que se ubica en las proximidades de la necrópolis, en el cerro de la Cueva del Aprisco. Históricamente coincide con el final de la fitna, la pacificación de cAbd al-Rahman III y le creación del Califato (929) que implica un importante impulso a la islamización de todo al-Andalus.
En este proceso de islamización intenso si impone la introducción de la escuela jurídica maliki y supone el establecimiento y fijación de numerosos aspectos, entre ellos los referidos a los ritos de la muerte. Los trabajos de M.I. Fierro así lo demuestran[13]: a partir del siglo X, con cAbd al-Rahmān III y al-Hakam II se impulsó la adopción del malikismo introduciendo los hadices y el fiqh (derecho) malikí sustituyendo ciertas tradiciones que carecían de cierto fundamento[14]. A esta misma época pertenece la risāla fī-l-Fiqh .
Por tanto, la creación de nuevos patrones de poblamiento, en el que con toda probabilidad se inserta la fundación de Maro coincide con una islamización intensa en la que consideramos que uno de los elementos fundamentales son los ritos de la muerte, optando esta comunidad, como otras, por las formas de inhumación que se consideraban más piadosas, es decir el tipo de tumba LAHD, mayoritario en este yacimiento. Este caso sería similar al de Talará, castellanización de harat al-arab (barrio de los árabes) y que también tiene su origen en el siglo X.
Por tanto, el yacimiento tiene su base cronológica en el siglo X, probablemente a mediados, y consideramos que se mantuvo hasta la incorporación de este territorio a la corona de Castilla en el siglo XV, habiéndose mantenido sin apenas variaciones el rito durante este largo periodo de ocupación, algo que también explicaría la magnitud del cementerio.
Con respecto a la existencia de fases de ocupación y al propio desarrollo del yacimiento, entendemos que la ocupación más antigua se debe situar en la parte más elevada del cerro, fuera de la zona de afección, ya que es la que presenta unas condiciones más aptas para su uso, habiéndose expandido por la ladera conforme iba creciendo.
Después del acercamiento arqueológico nos centramos en los resultados antropológicos. El sexo se ha estimado por medio de la observación de las características morfológicas del cráneo y de la pelvis. Se han utilizado parámetros métricos específicos para la población mediterránea (Alemán, 1997; Alemán et al, 1997) en aquellos casos en los que, por el mal estado de conservación, ha sido imposible realizar el diagnóstico sexual por los caracteres antes mencionados.
Para la determinación de la edad en individuos subadultos se han tenido en cuenta los métodos basados en el grado de formación y erupción de las piezas dentarias (Ubelaker, 1978), la longitud de los huesos largos (Stloukal y Hanakova, 1978) y el estado de unión de las epífisis (Ferembach, Schwidetzky y Stloukal, 1979).
En adultos se ha evaluado el grado de sinostosis de las suturas craneales así como el desgaste dentario y el deterioro de los cuerpos vertebrales. Se han obviado otras técnicas como las que utilizan los cambios morfológicos de la sínfisis púbica, de la faceta auricular, o del extremo esternal de las costillas que, aunque más precisas, requieren un análisis de laboratorio mucho más exhaustivo. Por ese motivo, el número de individuos clasificados en este informe como adultos podrán pasar a la categoría de maduros en estudios posteriores y debería considerarse que los resultados no son definitivos en este aspecto.
Todos están en decúbito lateral derecho y sólo hay ligeras variaciones ya que hay sujetos que se encuentran casi en decúbito prono, apoyados en la pared lateral de la sepultura o en decúbito supino porque parte del cuerpo se volcó sobre la espalda una vez depositado el cadáver.
También hay pequeñas variantes en cuanto a la colocación de los miembros. En unos casos el brazo derecho se encuentra recto, paralelo a un lado del cuerpo y el izquierdo ligeramente flexionado, de tal manera que las manos están unidas sobre o delante de la pelvis. En otros, ambos brazos están ligeramente flexionados. El miembro inferior puede aparecer extendido o ligeramente flexionado.
La característica común de todos los esqueletos, en cuanto a la ubicación de los miembros, es que las muñecas y los tobillos siempre aparecen unidos. Esto indicaría la existencia de ligaduras en estas regiones corporales, lo que concuerda ampliamente con el ritual islámico que se mantiene incluso en la actualidad.
En cuanto al medio en el que se produjo la descomposición del cadáver, se ha constatado que en unos casos fue abierto, ya que hay huesos como la mandíbula, húmero izquierdo, coxales y rótulas que se encuentran desarticulados, ligeramente desplazados y apoyados en el fondo de la sepultura. En otros se conserva la conexión anatómica, lo que indica que el sedimento fue rellenando los huecos dejados al ir desapareciendo los tejidos orgánicos. Estas diferencias, con seguridad, están relacionadas con los distintos tipos de sedimento presentes en la necrópolis, que en unos casos favoreció la colmatación del interior de la sepultura durante el proceso de descomposición y en otros no.
Del total de los individuos encontrados se ha realizado el estudio sobre 257 de los cuales 82 son de sexo masculino, 63 femeninos y el resto, 112 en total son alofisos, de estos 59 son Infantil I, 47 Infantil II y solo 6 juveniles, con lo que no se ha podido hallar el sexo.
Las zonas más importantes en este momento son la zona alta de los sectores IV y V y la media de los sectores X y XI (plano II) ya que es aquí donde se puede ver una concentración alta concentración de individuos infantiles I y II. Estas altas concentraciones nos pueden hablar de un periodo de epidemia o de escasez de alimentos siendo los más afectados los individuos más jóvenes y más mayores como queda constatado en el listado de individuos ya que en las dos zonas se han encontrado adultos seniles, también muy propensos a sufrir este tipo de situaciones. La causa exacta de esta alta mortalidad no se ha podido determinar con exactitud ya que no se ha llevado a cabo un estudio más completo de los restos óseos.
[1] Un buen muestrario de la diversidad de formas de señalamientos en VÍLCHEZ VÍLCHEZ, C., Cementerios hispanomusulmanes granadinos, Granada, 1986, y de los sistemas de cubrición en LÓPEZ LÓPEZ, M. Gestos y ritos funerarios …. obr.cit.
[2] ARRIBAS, A., y RIU, M., “La necrópolis y poblado de La Torrecilla (Pantano de los Bermejales), Granada.I. Estudio Arqueológico”, Anuario de Estudios Medievales, t. 9, 1974-79, pp.17-40.
[3] SERRANO PEÑA, J.L. y CASTILLO ARMENTEROS, J.C., “Las necrópolis medievales de Marroquíes Bajos (Jaén). Avance de las investigaciones arqueológicas”, Arqueología y Territorio medieval, 7, Jaén, 2000, págs. 93 a 120.
[4] RODRÍGUEZ AGUILERA, A., BORDES GARCÍA, S., y QUERO ENDRINO, F., “El programa de medidas correctoras de impacto arqueológico de la Autovía Bailén-Motril, tramo Dúrcal-Ízbor”, Bibataubín, 2, Granada, 2001, pp.33-41.
[5] RODRÍGUEZ AGUILERA, A., Informe preliminar de la I.A.U. Macaber de Talará. Fase I, Delegación de Cultura de Granada, 2001, y RODRÍGUEZ AGUILERA, A., Informe preliminar de la I.A.U. Macaber de Talará. Fase II, Delegación de Cultura de Granada, 2002.
[6] RODRÍGUEZ AGUILERA, A., “La Rawda de Mondújar (Valle de Lecrín, Granada). Los espacios de la muerte en el medio rural a finales de la Edad Media”, en prensa.
[7] La batalla de Ohod tuvo lugar el 23 de marzo del año 625 en la que los mecanos infringieron una importante derrota a las huestes musulmanas mandadas por Muhammad, el Profeta.
[8] Būjari: HOUDAS, O., y MARÇAIS, W., Les traditions… obr.cit., p.433.
[9] Būjari: HOUDAS, O., y MARÇAIS, W., Les traditions… obr.cit., p.433-34
[10] FIERRO, M., “El derecho māliki en al-Andalus: siglos II/VIII-V/XI”, Al-Qantara, XII, 1991, pp. 119-132
[11] Ibn Abī Zayd al-Qayrawānī, risāla…., obr.cit, p.88.
[12] Ibn Abī Zayd al-Qayrawānī, risāla…., obr.cit, p.90.
[13] FIERRO, M., “El derecho māliki…., obr. Cit.